La Ruta de los castillos de las órdenes militares en Teruel


Los monjes guerreros de las órdenes del Temple, Hospital, Calatrava, Santiago, Monte Gaudio, Milicia Christi de Monreal y Selva Mayor, fueron protagonistas esenciales de la conquista cristiana de Teruel y de la posterior administración del territorio. Presentes durante setecientos años en la provincia, su huella está patente en infinidad de edificios, entre lo que destacan numerosas fortalezas.

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La ruta de los castillos de las órdenes militares quiere dar a conocer este interesante Patrimonio. Consta de un itinerario principal, que integra siete castillos (uno por cada Militia Christi), que se complementa con itinerarios temáticos vinculados a otras fortalezas de cada orden.


El Castillo de Monreal y la Militia Christi

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10-11-1422. Albarán de Antón Sánchez del Romeral, obrero del Castillo de Monreal, de 130 sueldos jaquenses para la obra de dicho castillo (Archivo Histórico Nacional).

Tras conquistar Zaragoza (1118) y derrotar a un poderoso ejército almorávide en la Batalla de Cutanda (1120), Alfonso I el Batallador fundó la Cofradía Militar de Belchite (c.1122), germen de la Militia Christi o Militia Dei de Monreal (c. 1224). Creada a imagen de las órdenes militares que combatían en Tierra Santa, se instaló en el tillo de Mont Regal, que pretendía que se convirtiera en una posición geoestratégica dentro de la ruta que unía Zaragoza con Valencia, además de escala obligada para los cruzados aragoneses que se dirigieran a Jerusalén.

Desde su construcción por Alfonso I (hacia 1122-24), hasta su demolición por el despiadado jefe carlista Luis Llagostera (1839), el castillo fue una de las prin­cipales fortalezas del Alto Ji loca. En la actualidad, ninguna estructura visible en superficie se puede adscribir a la fase medieval, aunque sí que se conservan en su subsuelo, a la espera de que futuros trabajos arqueológicos las saquen a la luz.


El Castillo de Alfambra y la Orden de Monte Gaudio

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El Cerro del Castillo de Alfambra atesora en su subsuelo más de 4.500 años de Historia.

La Orden de Monte Gaudio fue fundada por el conde Rodrigo Álvarez de Sarria (1173) para proteger a los peregrinos que iban a Tierra Santa. Se implantó en la actual provincia de Teruel de la mano de Alfonso II, que les donó el Castillo de Alfambra (1174) y otras destacadas posiciones. Tras la conquista de Jerusalén por Saladino (1187), la fortaleza alfambrina se convirtió en la sede maestral de la orden.

El Castillo de Alfambra guarda en su subsuelo más de 4.500 años de Historia. Ocupado desde el Calcolítico final, su privilegiada situación dentro del Bajo Alfambra explica las reiteradas fases de asentamiento en el Bronce Medio, Hierro I y épocas ibérica e islámica, correspondiendo esta última a una gran fortaleza. Tras la desaparición de Monte Gaudio, pasó a la Orden del Temple (1196) y después al Hospital (1317).

En las cercanías de Alfambra también se conservan restos de otros tres castillos que pertenecieron a Monte Gaudio: Camañas, Orrios y Celadas.


El Castillo de Alcalá de la Selva y los freires de la Selva Mayor

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Fachada meridional del Castillo de Alcalá.

En 1079, fray Gerardo de Corbie Fundó la abadía de la Sauve-Majeure en las cercanías de Burdeos; Aunque pretendía que fuera un lugar de retiro, pronto alcanzó una gran pujanza debido a su proximidad al Camino de Santiago. Sancho Ramírez, rey de Aragón y Navarra, realizó importantes donaciones a esta abadía, ampliadas por Alfonso I el Batallador.

En 1174, Alfonso II de Aragón les entregó el Castillo de Alcalá para su repoblación y “destruccionem sarracenorum” transformando a los pacíficos frailes benedictinos de la Selva Mayor en aguerridos monjes guerreros. Se encuentra sobre restos de un poblado ibero-romano y de una gran fortaleza islámica. Esta última fue reaprovechada por los freires hasta la construcción de un nuevo castillo, en la primera mitad del siglo XIII. Fue arrasado durante la Guerra de los Dos Pedros y reconstruido, con una nueva traza, por los Fernández de Heredia, titulares del señorío desde 1375. Casi cinco siglos después fue refortificado por los carlistas (1835) y tomado al asalto por los liberales (1840).


El Castillo de Aliaga y la Orden del Hospital

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Flanco occidental del recinto exterior del Castillo de Aliaga. (F. Javier Lozano).

En 1048, unos mercaderes de Almafi fundaron, junto a la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, un monasterio benedictino con dos conventos, una iglesia y un hospital de peregrinos. Este fue el germen de la Orden del Hospital, impulsada por Godofredo de Bouillon y dotada de su componente militar por Raimundo de Puy (1120).

La presencia de la Orden en Aragón se remonta al reinado de Alfonso l. Pero será con Alfonso II y Pedro II cuando se extienda ampliamente por tierras turolenses, incrementando notablemente su implantación tras la disolución de la Orden del Temple (1312), de cuyos bienes en Aragón fue heredera (1317).

El Castillo de Aliaga fue ocupado por las huestes de Alfonso I el Batallador (1118), y perdido tras su muerte (1134). Su conquista definitiva se realizó en tiempos de Alfonso II; tras pertenecer a Sancho de Tarazona, éste lo donó a la Orden del Hospital (1163), estableciéndose en él la sede de una encomienda (1180). La fortaleza consta de tres recintos amurallados, presididos por la torre del homenaje, asentada sobre un estrecho e inexpugnable peñasco.


El Castillo de Montalbán y la Orden de Santiago

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Parte alta del castillo, donde debía asentarse la torre del homenaje.

La Orden de Santiago fue fundada por Fernando II de León (1170) para proteger la frontera cristiana en la zona de Cáceres. Pero pronto asumió la protección de los peregrinos que acudían al sepulcro del apóstol Santiago en Compostela, por lo que pasó a denominarse Orden de Santiago.

Aunque su presencia en la villa de Teruel se documenta en 1200, el grueso de sus posesiones en la provincia se lo otorgó Pedro II de Aragón a partir de 1210. En el Castillo de Montalbán instalaron la sede de una encomienda de la que dependía Torre de las Arcas, Castel de Cabra, Palomar de Arroyos, Escucha y Utrillas. La fortaleza contaba con importantes instalaciones conventuales; en su iglesia estuvo enterrado Pedro Fernández de Híjar, hijo del rey Jaime I el Conquistador y fundador de un importante linaje nobiliario. En la actualidad, el viejo castillo se encuentra a la espera de que futuros trabajos arqueológicos dejen al descubierto los vestigios de su pasado esplendor.


El Castillo de Castellote y la Orden del Temple

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Torre del homenaje.

La Orden del Temple fue fundada en 1118 o 1119 por Hugo de Payens con la finalidad de defender la Fe y proteger a los peregrinos que iban a Tierra Santa.

El grueso de sus posesiones en tierras turolenses procedió de las donaciones rea­lizadas por Alfonso II de Aragón y de la incorporación de los bienes de la extinta Orden de Monte Gaudio. Este fue el caso del Castillo de Castellote, cedido inicialmente a San Redentor (1188) y que luego pasó al Temple (1196). De este periodo se conserva la torre del homenaje, la posible sala capitular, el aljibe exca­vado en la roca y el recinto perimetral con dos puertas.

En 1307 se inició el proceso contra los templarios en Francia, que se hará extensivo a Aragón. Los freires de Castellote se opusieron, resistiendo nueve meses de asedio (hasta el 2 de noviembre de 1308), y siendo la última posición templaria en el Maestrazgo.


El Castillo de Alcañiz y la Orden de Calatrava

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Torre del homenaje del Castillo de Alcañiz, que atesora en su interior un valioso repertorio de pinturas murales.

La Orden de Calatrava se fundó en 1158 para proteger la frontera toledana contra las incursiones musulmanas. Ese mismo año, Sancho III de Castilla le encargó la defensa de Calatrava, cuyo nombre terminaría adoptando la Orden.

En 1179 Alfonso II de Aragón les donó el Castillo de Alcañiz, convirtiéndose en sede de una Encomienda Mayor. El edificio es un auténtico palimpsesto artístico; reescrito con todos los estilos, del románico al barroco, integra armoniosamente interesantes evidencias de todos ellos. Y en su subsuelo conserva restos de una importante fortaleza islámica. La parre noroccidental es la más antigua (siglos Xll-XIII), destacando la capilla, el claustro, el refectorio (en ruinas) y la torre del homenaje, esta última decorada con un impresionante conjunto pictórico de principios del siglo XJV. El ala meridional, de carácter eminentemente palacial, data de la primera mitad del siglo XVIII.